Por si las dudas

Rumbo a clases, dos estudiantes, el uno de relaciones internacionales, el otro de veterinaria, foráneos ellos, el licenciado de Tampico, el médico de Zacatecas, se van a encontrar en la parada del camión. Antes de subir, con los ademanes propios del caso, se saludarán y consentirán las diligencias, básicas y preliminares, de educación, para luego, ignorando, o al menos intentando ignorar, el deprimente calor de las mil putas que en forma de escalofrío les recorre la piel como si fuese una cortina o un velo o un chorro de agua hirviendo, subir al colectivo y tomar asiento. En el trayecto, van a admirar el folklore y los absurdos propios de todos los que viajan por este medio y se van a hacer preguntas como las que siguen. ¿Qué es más difícil: ser libre o morirse? ¿A dónde van los sueños después de que los usamos? ¿Habrá futuro? ¿Si la chirimoya es más sabrosa, porqué Adán prefirió la manzana? ¿Somos imaginación de un Dios trágico? ¿Es el mundo fealdad espolvoreada con belleza, o viceversa? ¿Cómo puede una mujer tan triste hacer felices a tantos hombres? ¿Dios progresa? ¿Cómo suicidarse y no morir en el intento? ¿Porqué tan verde y solitario? ¿Tanto tengo, tanto valgo, y si sólo tengo amor? ¿De qué color sueñas cuando quieres olvidar? ¿Juega Dios a los dados? ¿Recordado país, cómo te llamabas? Ninguno responde, sólo siguen preguntando, agonizantes, sensibles, sedientos, secretos. ¿Porqué el reflejo de la vida no es más que la transparencia de lo vivido? ¿Qué va a respirar mi niño cuando nazca?