20.7.06

Esto, aquello, lo otro

En la vida no se puede tener todo. Se topa uno siempre con el dilema, la elección, la renuncia, el sacrificio, y detrás de ello viene, acompañado quizá de una mordaz culpa, lo que es y lo que pudiera haber sido. De la misma manera que el “hubiera” existe en nuestras mentes tan solo como posibilidad y no como hecho, solamente como remordimiento y no como realidad, de esta misma manera existe en nuestras vidas la bifurcación del sendero por donde, apesadumbrados, sorteando un obstáculo por aquí y otro por allá, avanzamos de poco en poco por la vida. Es precisamente en esta cruda ramificación del camino donde aparece, sin aviso y sin piedad, el bendito dilema, la posibilidad de decidir por dónde avanzar y, por ende, la probabilidad de renunciar a algo que nunca más en la vida podremos recuperar. Lo hacemos todo por la dulce y suave ensoñación de lo otro, de eso que realmente deseamos y por lo cual sacrificamos la primer alternativa. A manera de los arquetipos del cine, donde el protagonista se aventura en busca del gran éxito prometido, dejando de lado otras posibilidades de un éxito, si bien más seguro, no tan maravilloso y fantástico como el elegido... así como los inmigrantes que dejan pueblo, familia y tierra en busca del glorioso sueño americano, también nosotros nos vemos no pocas veces en la misma situación. Pero de esas tantas veces, un día tropiezas con una que se trata de algo inusual, extrañamente importante, en la cual oscila el próximo discurrir de tus días. Y, para variar, tienes que tomar una decisión apresurada pero precisa, previsora e inteligente, bien pensada pero que también te mueva los ánimos y las emociones, que te motive a llevarla a cabo. Es entonces que, como los devotos de antaño que se abstenían de comer para dar en sacrificio divino al cordero, te entregas por completo a lo que deseas y sueñas, te desinteresas por lo que ya tenías seguro y, a sabiendas del riesgo de quedar como el perro de las dos tortas, te lanzas por aquello que vehementemente anhelas y que, aunque parece más complejo, es eso mismo lo que, irónicamente, te da la fuerza para obtenerlo o, al menos, para luchar por ello. A todos nos llega la hora, la triste y funesta hora de elegir lo que delineará esos días futuros que, lentamente, en una caravana lejana pero divisable, ordenada y silenciosa, se nos van acercando poco a poco. Como a todos, me costó trabajo renunciar, sacrificar, adivinar el futuro e imaginarlo aquí y ahora, o más bien, imaginarme a mí en el futuro, en otra situación, en otro mundo, en otro contexto, con otra vida, pues, al fin y al cabo, es lo otro lo que siempre nos inspira. En la vida no se puede tener todo. No. No se puede, pero se puede escoger lo mejor.

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