1.12.06

El horror de ser un número

Los números lo cubrieron todo. Se adueñaron de nombres propios y ajenos, apellidos, calles, ciudades, denominaciones de enfermedades, virus y bacterias, de manera que ya se usaban las letras en situaciones contadas, muy escasas y casi olvidadas, a punto de desaparecer. El gobierno justificó esta mutación del lenguaje argumentando la más que notoria facilidad, practicidad, dinamismo y comprensibilidad que daban los números a la hora de fungir como elementos principales del proceso de la comunicación, ya fuera ésta oral o escrita, de manera que los diálogos de los civiles discurrían como si fueran de policiales, atiborrados de claves en número imposibles de decodificar para quien fuera neófito en el ambiente, de igual forma con la palabra escrita, que presentaba palabras formadas no ya con letras, sino con una serie de números que, combinados entre sí, daban un complejo y ambiguo significado a la idea que originalmente se deseaba transmitir. En un principio, fue todo un caos, un triste y atribulado desbarajuste de ideas y léxicos, equiparable tan solo con el desconcierto extremo de cuando la infortunada Torre de Babel. Gente apuntando las claves numéricas para cada palabra que conocía, obligada a memorizarlas y a ponerlas en uso, pues quien desacatara la orden quedaba a merced de la horrorosa justicia de ese tiempo, justicia que, según los rumores, puede compararse a la que se llevó a cabo en los tiempos de la Inquisición, si es que se le puede llamar a eso justicia. Fue así como los números suplantaron por completo a las letras y, por ende, a las palabras, se apropiaron del lenguaje, de los signos, del mismo arte, que no es exageración si dijésemos que la ciudad de Tijuana vio florecer al movimiento artístico auto-denominado arte-objeto-número, entre otras corrientes de menor impacto. Finalmente, cuando el sinsabor de los números, su desabrida tonalidad y sus aburridas curvas, tanto las convexas como las cóncavas, se adueñaron de toda forma de expresión, recordaron que el cuerpo de las personas es también, mediante movimientos, posturas y gestos, elocuente emisor de una infinidad de mensajes. De esta manera, la gente comenzó a convertirse en números y a vivir como tales. Sólo la mitad de la población del planeta fue mudo, resignado y triste testigo de lo que, para muchos, significó el colmo de la tragedia que, desde varios años atrás, había comenzado a gestarse con el inmedible afán humano de querer esquematizar y contabilizarlo absolutamente todo, menciónese censos, menciónese estudios de mercado, menciónese análisis de estadísticas, refiérase a la gente que pierde individualidad para convertirse en números que no hacen más que consumir y producir. Sólo la mitad de la población, decíamos, vivió el cambio, la metamorfosis, la reencarnación en números. La otra mitad había decidido morir antes de que todo esto sucediera.
Testimonios de este aberrante mundo de cifras y guarismos son los relatos de esta serie, Somos números, la cual evidencia la íntima conjunción entre éstos y los humanos, pues toda nuestra vida se ve plagada de cifras numéricas, desde la que nos otorga el Registro Civil cuando nacemos, hasta la sellada en el acta de defunción. Relatos que, si bien no detienen el curso del destino y de su catástrofe, al menos intentan denunciarlo ante los ojos de quienes, afortunadamente, aún son capaces de leer letras, y no se ven obligados a decodificar dígitos, cantidades, operaciones, ecuaciones, o no sé.
Título: El horror de ser un número (Introducción)
Autor: Heliasàr
De la serie: Somos números
Técnica: Traducción Babel-Fish Altavista Número-Letra
Año: 2006

2 comentarios:

Heliasàr dijo...

perdón.
se me hizo fácil.

*_* elgatoraro!* dijo...

eso mismo dijo Einstein alguna vez en su vida..

que cosas no

animoooooooooooo

ate biTCH