22.5.07

Entre ausente y buenas noches

Por más que lo niegues, puedes tener la plena seguridad de que tus objetos personales, tus accesorios, tu ropa, tus bienes, tu patrimonio, te siente, te conoce, sabe lo que estás pensando. Para muestra un pantalón. El mismo que se rompió del encuarte cuando a ti te rompieron el corazón en la Facultad de Psicología, tú que eras una recién ingresada, una inocente y nómada estudiante proveniente de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, ya que la duda se había instalado en ti y te había convencido que el cuidar de la vida y la salud de los animales no era lo tuyo. Para muestra las rosas y femeninas persianas de tu cuarto. Esas que, cuando él se despidió y te dijo “buenas noches”, comenzaron a danzar, y ni siquiera una danza elegante, sino más bien una suerte de epilepsia, un temblar febril y convulso, tan intenso, huracanado, trémulo, como el más feroz de los tsunamis (o surimis, como diría Ninel), unas persianas poseídas por un inopinado sismo que se sacudía con el frenesí, el húmedo delirio, con el que tu corazón también se sacudía por dentro. Lo ves. Y tú que decías que no estabas enamorada.

No hay comentarios: