31.5.10

Turismo XXXV

Días extraños que se llenan de calma, como dice una canción. O como al menos creo yo que dice. Así van, vienen y, casi imperceptiblemente, mudan de lo nublado a lo soleado. Mañanas de todo tipo. Como las que parecen robadas de un filme con un final desgarrador e inolvidable, y no porque la historia de amor lo merezca, sino porque quien la escribe es así, asesino y creador de sus propios personajes. El mismo amor que los crea es el mismo rencor que los mata. Y uno aquí, de lo más normal, tallándose los ojos a cada mañana ignorando que es parte de un filme que es muchos filmes. Uno despierta, se viste y se calza sólo para encontrarse con el vacío de quien maneja, camina o espera el transporte público en un parabús gris y desgastado, con la melancolía oculta en los ojos de la señora que entra a la farmacia, con la inocencia y la desesperanza de quienes gozan, sin saberlo, de su último día de clases. Lo terrible y catastrófico de que los tiempos cambien es que terminan por cambiar a quienes los viven. Uno a veces intentando enviar cartas en manuscrita, pero, de un día para otro, de una mañana a otra, todo mundo prefiere el e-mail.

1 comentario:

gabyflo dijo...

y yo... conociéndote quiero conocerte más :)