1.2.12

Martes para amanecer miércoles


Es de madrugada cuando se escuchan los sonidos más dispares. La tos de alguien del departamento contiguo, los pasos del segundero del reloj de pared, el desaguar de un sanitario a lo lejos, un golpeteo rápido y constante contra alguno de los muros, quizá el de la cabecera de una cama, jadeos y gemidos y resoplidos, los perros lejanos, el pasar de un avión a la distancia que suena a la respiración de una máquina dormida. Me concentro en los susurros de una caja de concreto ante la inmensidad y el vacío. Pienso a veces que esto es estar secuestrado, con una venda en los ojos y una mordaza en la boca. La inmensidad es un barranco sin fondo y está afuera. El vacío son bestias con hambre y están alrededor. Los perros ladran. Siempre ladran. Un avión vuelve a cruzar. Los pasos del segundero son el eco de un gigante que se aproxima. Llega entonces sin saludar.

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