Es de madrugada cuando se escuchan los sonidos más dispares. La tos de alguien del departamento contiguo, los pasos del segundero del reloj de pared, el desaguar de un sanitario a lo lejos, un golpeteo rápido y constante contra alguno de los muros, quizá el de la cabecera de una cama, jadeos y gemidos y resoplidos, los perros lejanos, el pasar de un avión a la distancia que suena a la respiración de una máquina dormida. Me concentro en los susurros de una caja de concreto ante la inmensidad y el vacío. Pienso a veces que esto es estar secuestrado, con una venda en los ojos y una mordaza en la boca. La inmensidad es un barranco sin fondo y está afuera. El vacío son bestias con hambre y están alrededor. Los perros ladran. Siempre ladran. Un avión vuelve a cruzar. Los pasos del segundero son el eco de un gigante que se aproxima. Llega entonces sin saludar.
1.2.12
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario