
La matrícula, cuyo nombre o número, que al caso es indiferente, es 136126, es aquella que espera su turno en la fila de las matrículas, aguardando a que la matrícula 157893, que es la que está en la ventanilla de servicio, termine sus trámites para que le atiendan. 136126 es también aquella que, entre el nerviosismo y la preocupación del incierto futuro que tiene, se muerde la base del uno derecho, que emula su extremidad derecha y golpea impaciente el dos, que viene siendo el equivalente al pie derecho, en el piso.
Cuando 157893 se retiró de la ventanilla, dando unas gracias ásperas, manifiestamente fingidas, 136126 se encaminó al frente y le dio sus papeles a la encargada. Ella los ha tomado y ahora los examina con una vista inquiridora, como buscando errores o huecos en la información. Nombre del alumno?, preguntó la encargada. Aguilar Quintero Rodríguez, respondió 136126. Ella tecleó en el ordenador, en búsqueda de los datos. Aunque el sistema tardaba al rastrear la información, a ella parecía importarle poco, pues se miraba con aire presumido la pintura de las uñas, mientras mascaba ruidosa y con gestos desmesurados un chicle que apestaba a canela.
Cuando los datos fueron encontrados, la catadora de chicles tomó unos sellos y empezó a marcar con fuerza y habilidad la papelería de 136126, quien ansioso, dubitativo y un poco temeroso de lo que fuesen a significar esos sellos, preguntó, tartamudeando ligeramente, Pasa algo?, Nada, respondió la encargada sin cesar en su tarea, lo que usted va a hacer, continuó, es pasar a aquella ventanilla del fondo, dijo mientras la señalaba con la barbilla, pues mantenía las manos ocupadas, a continuar su trámite, ahí le darán su orden de finiquito y podrá pasar a cobrarlo al banco de su preferencia, dicho esto, la mujer lo miró y le sonrió. Pero, porqué un finiquito?, yo vengo a que me actualicen mi papelería y así continuar trabajando, contestó la matrícula. Lamento que eso no podrá ser, señor, exclamó la señorita, pues el alumno que usted representaba en el plano de las matrículas, acaba de graduarse, sí señor, es ya todo un licenciado pues presentó su examen profesional y lo acreditó de buena manera, así las cosas, usted ya no tiene a quién representar, muchas gracias por haber laborado con nosotros este tiempo.
136126, con la quijada del tres caída, en plena y notoria señal de sorpresa, iba apenas a refutar lo escuchado cuando la mujer lo interrumpió. Aquí tiene, le dijo, dándole sus papeles ya sellados, como si fuera eso por lo que la matrícula vino, un sello entintado en representación de un tiro de gracia que le agujeraba la sien del tres y lo dejaba inerme, sin posibilidades. Recogió sus papeles y le dijo a la mujer, Habrá alguna manera de que me puedan dar otro alumno?, es decir, para continuar con mi trabajo, usted sabe... Lo siento mucho señor, exclamó con un deje lleno de indiferencia y cierta altivez, en este momento ya no se están renovando matrículas en existencia, sólo se contratan matrículas nuevas, jóvenes, que no den tanto problema de enfermedades y ausentismo, dicho esto la mujer sonrió con una inflexión que la matrícula apercibió como de burla y sarcasmo.
El que sigue, gritó la mujer, y pasó la siguiente matrícula de la fila. 136126 no tuvo más remedio que dejar de estorbar la ventanilla, pues un guardia de mirada hostil y aire prepotente vigilaba el lugar con cuidado. Derrumbado, con una suerte de desamparo enquistada en la boca del estómago, es decir, en el punto medio del seis, se vio orillado a pasar a la siguiente ventanilla, donde hizo fila y ahora le están dando su orden de finiquito.
Una firma por aquí, otra por allá, vendrán a terminar esta aventurada pero típica historia de injusticia y, cuando 136126 salga del edificio donde está el Departamento Escolar y de Matrículas, el cual ya no es su casa y donde ya no es bienvenido, comprará el periódico, en busca de nuevas oportunidades de empleo, quizá ahora desarrollándose como placa de carro, número telefónico, código postal. 136126 piensa, y está seguro de ello, que el alumno al que representaba, y quien acaba de licenciarse, estará en los mismos aprietos buscando trabajo. Quizá un día de estos busquen ambos en el mismo periódico, en la misma sección de avisos, eso que necesitan y que, causa del trágico destino que nos tocó vivir, tanta falta a veces nos hace.
Con sus papeles ya sellados en mano, con su carrera de matrícula truncada, caminó bajo el tibio sol de mediodía, primero por la calle Eucalipto, luego por Boulevard Acapulco, donde en un puesto de revistas compró el diario El Sol, y, periódico en mano, subió la colina del Boulevard mientras pateaba lo que se encontrara en el camino, una piedra, una lata, o no sé.
Título: Yo matrícula
Autor: Heliasàr
De la serie: Somos números
Técnica: Voyeurismo introspectivo del mundo que ya conocemos
Año: 2006
7 comentarios:
Me gustó, me gustó mucho. En lo personal siempre me ha agradado usar la metonimia para referise a una persona, como lo hace COrtázar en Autopista del Sur, o Saramago en Ensayo sobre la ceguera. Saludos.
Me gustó, me gustó mucho. En lo personal siempre me ha agradado usar la metonimia para referise a una persona, como lo hace COrtázar en Autopista del Sur, o Saramago en Ensayo sobre la ceguera. Saludos.
Me gustó, me gustó mucho. En lo personal siempre me ha agradado usar la metonimia para referise a una persona, como lo hace COrtázar en Autopista del Sur, o Saramago en Ensayo sobre la ceguera. Saludos.
Perdon, tengo problemas con mi máquina
Bien. Pasé a saludar chele y a decirte que no estes de acuerdo con lo mencionado en mi pieza es oriente. Se quien quieras ser. Y por lo que veo para allá vas.
Un abrazo fuerte.
Estamos en contacto ¿no? mínimo.
que rollo eleazar, pues mis mas sinceras felicitaciones por tu trabajo como escritos, la verdad que no te conocía ese lado.
saludos y que estes bien.
pinche nuevo blogger de mierda....ah, te había escrito un comentario reflexivo y profundo y lo borró esta mierda. Algo sobre que las letras son como números en cuanto a su combinabilidad, y la biblioteca de Babel de Borges...mmmm....mmmmm....esto se jodió.
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