14.1.07

Mi pieza es oriente

Mi sucio y desordenado cuarto da al oriente, la ventana que hay en él también, y las mañanas de verano, e incluso en las de invierno, el sol, a pesar de su tamaño, se deja caber por las antiguas cortinas tan desgastadas por el tiempo, y es precisamente él quien, a veces, se posa sobre mi rostro hasta enardecerlo y despertarme antes de que me retrase rumbo al trabajo. Había tardes en mi adolescencia que no necesitaba de luz artificial para leer o para escribir o para dibujar, pues con la que se filtraba por la ventana era suficiente, y es precisamente en momentos en que pienso cosas así, que recuerdo la rapidez con la que discurre el tiempo, y comienzo a preguntarme en qué momento sucedió cada cosa, cada acontecimiento que estrelló no sólo mi pasado, también mi presente y quizá hasta mi futuro, como si todo aquello que nos sucede fuera ducho en conjugaciones y tiempos, en acciones y efectos, y es así como a veces, cuando manejo rumbo al trabajo, me afirmo, con desconocida convicción, que nunca vamos a ser quien queremos ser, y que nunca vamos a tener lo que soñamos tener, y, casualmente, conducir rumbo al trabajo es conducir hacia el oriente, y me doy cuenta que el de la calle es, extrañamente, uno diferente al de mi recámara, como si viniera de un mundo donde no existe el oriente.

4 comentarios:

Pato dijo...

desconocia este lado de Eleazar

saludos bato

edegortari dijo...

Al parecer el sol por las cortinas sirve para reflexionar. Muy chido. Saludos.

Tino dijo...

El oriente es infinito, no hay que verlo sino conquistarlo.

La maldita dijo...

La luz de antaño ya no es suficiente porque como ahora todo es más oscuro, -sobretodo cuando miras hacia tus adentros-, se necesita de una iluminación casi mágica para que apenas si puedas percibir unos indicios de lo que hay en tu realidad.