13.5.08

Él no usaba corbata

Ciertas calles de Buenos Aires son como ciertas calles de Monterrey o calles del D.F. o calles de Santiago de Chile. Mucha gente caminando aprisa, portafolio en mano o mochila en hombro, accesorios que por lo general guardan, desordenada y apretujadamente, como pensamientos en una mente confundida, los documentos que precisan para sus vidas académicas o laborales. No sé si afortunada o lamentablemente, pero una de las avenidas por la cual camino todas las mañanas rumbo al trabajo es una de esas, donde para avanzar al menos lentamente, tienes que ir esquivando y rebasando a una y otra persona y contorsionándote sobre la marcha para evitar chocar con quienes avanzan en sentido contrario al de uno. Hoy por la mañana caminaba a paso lento cuando, entre toda la multitud itinerante, se abría un pequeño espacio en la banqueta, donde estaba acostado un perro de la calle. ¿Vieron cuando, los caninos estos, felices y retozantes, se recuestan en el piso y comienzan a retorcerse panza arriba y lengua afuera? Bueno, este perro hacía eso mismo. Con la boca abierta en toda su magnitud, dejaba volar la lengua y escurrir la baba de manera arbitraria cuando hacía sus elásticos movimientos, creando una singular escena que contemplaba toda la gente que pasaba por ahí, unos con sonrisa de bobos, otros con una mezcla de ternura y lástima y otros con una muda perplejidad, como si nunca hubieran visto un perro. Cuando pasé junto al animal, le dije al amigo que iba conmigo, Quién fuera perro. Ahh, esas cosas que te hacen el día.

1 comentario:

Pluck dijo...

La corbata era su lengua, una corbata muy babosa, por cierto.

El perro se estaba riendo de todas las personas que con la boca abierta babeaban a su alrededor.

Sobres,