9.5.08

La calle cambia de nombre


La otra noche por poco me atropellan. Iba caminando por Paseo Colón y crucé la avenida justo cuando muda de nombre a L. N. Alem. Ignoré que venía un coche y, de no haber sido por el claxon, este post nunca hubiera sido escrito. Pero no es ese el caso. El caso es que lo malo de este tipo de desventuras y sustos fortuitos no es que te dejen paralizado y blanco del miedo por unos minutos, sino que la mente, luego del repentino acobardamiento de la conciencia, comienza a tomar un inopinado valor y se arranca a caminar sola para luego, como niño en pleno aprendizaje, correr, y no mucho después, olvidarse del suelo y comenzar a volar, y tú incapaz de controlarla, como cuando un globo de helio se te escapa de las manos y huye, ingrávido, con dirección a las nubes. Entonces empiezas a pensar en todo lo que hubiera sobrevenido si tal accidente se hubiera consumado. Incluso, a veces, la mente juega demasiado contigo y, para mostrarte que es más fuerte que tú, hasta hace que te den ganas de llorar de tanto pensar. Es como cuando vas viajando en subte, colectivo o taxi, y, mientras miras por la ventana, se te ocurre un chiste que no cuentas, sólo lo piensas, pero tanta gracia tiene que terminas riéndote solo ante los extrañados ojos de la concurrencia, que te miran con un dejo de incredulidad e indignación.

1 comentario:

Pluck dijo...

A mi tambien me iban a atropellar asi en Paseo de los Leones, we, jaja,