24.12.09

Mañana será otro día

Aquí pondré la mesa, aquí el televisor, piensa para sí misma. Se preocupa sobremanera por cómo luce su departamento. Si bien no tiene mucho tiempo viviendo ahí, le ha tomado, rápidamente, un cariño especial al modesto espacio, compuesto básicamente por la sala-cocina, baño, estudio y recámara. Debido a esto mismo, le es más fácil encargarse, detalle a detalle, de que la decoración y los colores en general convivan en perfecta armonía.
Un día, sábado a la mañana, le da por salir y buscar en tiendas de decoración ciertos aditamentos que le están faltando para terminar de darle onda a su hogar.
Un panini especial y un té del día, le ordena al cajero del café de moda a donde ha ido a desayunar. Después, se pasea por un par de centros comerciales, hace unas cuantas compras, queda encantada de la vida.
Regresa a su depa, sábado a la tarde, y comienza la acción. Pinta un poco por aquí, cuelga un poco por allá. Cada tanto abre la puerta de la entrada y se posa en el umbral, para percibir, manos en la cintura y ojos entrecerrados, cómo va la operación.
Posteriormente, sábado a la noche, el proceso tiene su fin. Colores brincan y saltan. Magentas, azules, amarillos, naranjas. Si el arcoiris tuviera hogar, viviría en un lugar así. Un departamento lindo, un departamento vistoso, un departamento donde todo combina entre sí. Además, mesitas y sillas y cojines con formas y figuras llenas de vida van acomodados por doquier. En el estante, los libros están dispuestos por color, ordenados desde el más cálido hasta el más frío.
Luego de cenar ligero, se va a la cama y, debido al natural cansancio del demencial ajetreo, se duerme en instantes.
La despierta el sol de las nueve. No es el mismo de las diez ni de las once, piensa. Éste es el de las nueve, afirma. Tallándose los ojos, con los cabellos confundidos, desconoce su propio hogar.
Al entrar por las ventanas, la luz del sol lo distorsiona todo. Los colores no son quienes eran, el orden no parece lo que fue, su departamento no es el de ella.
Sin todavía entender si semejante sorpresa es sueño o es realidad, se apura a cerrar las cortinas y lo confirma. En penumbras o con la luz interior, su departamento se viste con la calidez y armonía de anoche.
Abre de nuevo las cortinas, nada más por no dejar. El departamento se descompone. Prefiere cerrarlas de nuevo.
Va a la cocina y activa la cafetera. Suspira. Mañana será otro día, piensa. Mañana estará nublado.

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